viernes, 8 de octubre de 2010

CHILE, MEMORIAS DEL 11 DE SEPTIEMBRE



de Aris Rodriguez Mariota, el El Viernes, 10 de septiembre de 2010 a las 15:27

11 de Septiembre, hace 9 años se desplomaban en el corazón de Nueva York dos mega estructuras representativas del poder económico de los Estados Unidos y con ello miles de vidas de todas las nacionalidades. La indignación e impotencia fue un eco que recorrió todos los rincones del mundo y con ello el precedente que sentó las bases de una nueva era en la política internacional, principalmente en materia de seguridad. Sin embargo, hace 37 años atrás, otro suceso estremeció al mundo, golpeo las entrañas de Latinoamérica, retumbo a Chile.


Un 11 de Septiembre, pero en 1973, un similar estruendo a la caída de las torres gemelas, pero con este vez con bombas, tanques y aviones, desplomaban las estructuras del Palacio de la Moneda, símbolo de la democracia de Chile y dentro de el su presidente; Salvador Allende, escogido por el pueblo con el voto popular como la alternativa marxista de gestión política y social, situación que Richard Nixón, presidente de Estados Unidos entre 1969 y 1974, y Henry Kissinger, Consejero de Seguridad y mas tarde Secretario de Estado, calificarían como una molestia a los planes hegemónicos para America Latina.



El golpe fascista del 11 de Septiembre de 1973 en Chile era el resultado de la acumulación del odio de Washington hacia la administración Allende. La reforma agraria, la congelación de precios y la nacionalización de las empresas estadounidenses, principalmente las explotadoras de cobre, principal recurso minero y económica de este país, equivalente al Canal de Panamá, ambos, explotados sin revertir hasta entonces beneficios reales a las economías nacionales. Sin embargo el principal temor de Washington radicaba en el precedente que sentaría el modelo de Chile a los partidos y movimientos emergentes en Latinoamérica.


La CIA a través de grupos de ultraderecha ya había completado una agenda de terror antes del golpe fascista, el asesinato del General René Sneider, quien no cedió a las presiones de la burguesía chilena por frustrar el triunfo de Allende, la colocación de bombas, la destrucción de puentes y hasta las crisis provocadas por la oligarquía a través de sus comercios e industrias, agitaron el país de tal forma que el mismo fue dividido a merced de la especulación. Años mas tarde, Edward Corry, Embajador de Chile entre 1967 y 1971, confirmaría esta información, recordando una frase en donde el propio Nixón exclamaba: “He decidido remover a Allende. Todo vale en Chile. Golpeen sus traseros, ¿OK?”


Allende, el estadista, en una mezcla entre revolucionario y reformista, siempre creyó en el destino del pueblo, en el poder popular, en Chile. Camino sin descanso al lado de los trabajadores, de los campesinos, de las mujeres y la juventud. Insistió en la formación permanente, en el debate constante, en la unidad. Era sencillamente un líder, un líder necio, cuatro veces candidatos a la presidencia, y un largo recorrido político intachable.


Junto a sus guardias, sus médicos y “La Payita”, su secretaria personal, resistieron varias horas el bombardeo en La Moneda, pero sobre todo la traición de su General de confianza, Augusto Pinochet. El fascismo arropaba su manto de muerte sobre Chile, Víctor Jara cantaba sus versos sin descanso mientras las carabinas disparaban. La hora final llegaba, el bombardeo cesó, las cenizas quemaban su piel y lastimaban sus pulmones, todo se redujo a ruinas, y entre sus piernas una ráfaga de metralla voló sus cesos, su voz se calló.


Hoy, el 11 de Septiembre es motivo de dolor por Nueva York, pero de aparente olvido para Chile. Sin embargo, las lágrimas saben igual, saben a miedo, saben a terror. Nunca jamás!

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